Sónar Lisboa 2025 Un viaje sonoro en el corazón de la ciudad
Lisboa tiene alma electrónica. Lo demostró, una vez más, durante la cuarta edición de Sónar Lisboa 2025, un festival que no solo se ha afianzado como una cita obligada en el calendario cultural de la ciudad, sino que ha reforzado su compromiso con lo local sin perder de vista lo global. Desde los escenarios tomados por sellos portugueses hasta los nombres más reconocibles del circuito internacional, Sónar Lisboa ha logrado en tan solo cuatro años algo que muchos festivales tardan décadas en alcanzar: identidad.
Tuvimos el placer de vivir en primera persona la jornada del sábado, segundo día del festival, y fue una experiencia tan intensa como reveladora. La jornada comenzó con ese vaivén meteorológico tan propio de la primavera lisboeta. Entre rayos de sol, ráfagas de viento, nubes errantes y algunos chubascos intermitentes, el Parque Eduardo VII se convirtió en el epicentro de la música electrónica durante 12 horas que parecieron volar. Las condiciones climatológicas no mermaron el entusiasmo de los 21.000 asistentes que llegaron desde 59 países para vivir una edición que ha sido, sin duda, la más ambiciosa hasta la fecha.
Una ciudad que vibra con su festival
Uno de los mayores aciertos de Sónar Lisboa 2025 fue la integración con la ciudad. Lejos de ser un evento desconectado del entorno, el festival se sintió como una celebración orgánica de la cultura lisboeta. Los takeovers de escenario a cargo de sellos locales —con especial protagonismo para nombres como Príncipe Discos o Naive— ofrecieron un escaparate imprescindible del talento emergente que está redefiniendo el sonido de la capital portuguesa. Las propuestas eran tan diversas como sólidas, mostrando una escena que no solo goza de buena salud, sino que tiene mucho que decir a nivel internacional.
La programación de este año fue una declaración de principios: 46 actuaciones de artistas de 14 países, que sirvieron para trazar un mapa sonoro que iba desde los beats más experimentales hasta el techno más contundente, pasando por house, electro, breaks e híbridos inasibles. Sónar Lisboa no entiende de fronteras ni de generaciones, y lo dejó claro con un cartel que unía figuras consolidadas con nuevas promesas que ya pisan fuerte.
Logística, ambiente y experiencia
Más allá de la música, la experiencia Sónar Lisboa también brilló por su cuidado a los detalles. La organización estuvo a la altura en aspectos muchas veces olvidados en otros festivales: las barras, accesibles y rápidas, funcionaban con el sistema cashless mediante la pulsera del festival, lo que facilitó la gestión de consumiciones sin colas eternas. Un alivio para el público que quería centrarse en lo importante: bailar.
Otro aspecto a destacar fue la gestión de los baños, a menudo un punto débil en eventos masivos. Aquí, tanto los aseos interiores como los baños exteriores, ubicados estratégicamente en el recinto, se mantuvieron limpios y en buen estado durante toda la jornada. Un detalle que puede parecer menor, pero que marca la diferencia entre una buena y una excelente experiencia festivalera.
El ambiente general fue, simplemente, extraordinario. El público —diverso, respetuoso, entregado— aportó una energía contagiosa que elevó cada actuación. Ya fueran los momentos de lluvia o los picos de euforia bajo la carpa, la sensación era siempre la misma: todos estábamos allí para compartir algo especial.
Tres escenarios, tres atmósferas
El festival se articuló en torno a tres escenarios: dos exteriores y uno interior. Ante la amenaza de lluvias, ambos espacios al aire libre contaban con carpas que, en los momentos más críticos del clima, se convirtieron en refugio colectivo. Esta previsión logística fue uno de los grandes aciertos de la organización. A pesar de las inclemencias, el ambiente se mantuvo vibrante y enérgico en todo momento.
Uno de los rasgos más destacados del lineup de este año fue su capacidad para dialogar entre generaciones. Nombres como Underworld ofrecieron una actuación cargada de nostalgia y energía que encendió la noche con himnos atemporales como Born Slippy o Rez, recordándonos que los clásicos siguen vivos y latiendo en los corazones de varias generaciones.
En el otro extremo del espectro, figuras como KI/KI o Marcel Dettmann demostraron por qué son el relevo natural del techno contemporáneo. La joven neerlandesa KI/KI firmó un set demoledor que conectó con la audiencia desde el primer kick, combinando trance, techno y acid con una técnica quirúrgica. Por su parte, la francesa Anetha ofreció uno de los sets más intensos de la jornada, con un ritmo imparable que hizo vibrar el suelo del Parque Eduardo VII.
Mención especial merece la presencia de Nina Kraviz, que volvió a desplegar su ecléctico estilo con un set impredecible y magnético, tan caótico como irresistible. El público se rindió a sus pies en una de las actuaciones más comentadas del día. También Héctor Oaks puso la pista a temblar con su característico enfoque directo y sin concesiones, llevando al límite el BPM en un viaje sin frenos.
Lisboa como protagonista
Si algo quedó claro durante Sónar Lisboa 2025, es que el festival ya no es solo una “extensión” del Sónar Barcelona. Es un evento con alma propia, que ha entendido cómo integrarse en el tejido urbano y cultural de una ciudad con una escena electrónica efervescente. Lisboa se mostró abierta, cálida, creativa y llena de futuro. Su paisaje, su arquitectura y su gente fueron parte esencial de esta experiencia.
Y aunque esta edición acaba de concluir, Sónar Lisboa ya ha anunciado que volverá en 2026 para celebrar su quinta edición, con fechas y detalles que se conocerán próximamente. Un anuncio que no hace más que reforzar la idea de que este festival ha llegado para quedarse.
Una puerta al verano
Sónar Lisboa 2025 también sirvió como preludio perfecto para la edición barcelonesa, que se celebrará los días 12, 13 y 14 de junio. Algunos de los artistas que pasaron por la capital portuguesa también estarán en la Ciudad Condal, lo que convierte este evento en una especie de termómetro artístico para lo que se vivirá en la cuna del festival.
Concluimos esta crónica con una certeza: Sónar Lisboa 2025 ha sido mucho más que un festival de música. Ha sido una celebración de la creatividad, de la tecnología y de la vida urbana. Ha sido el reflejo de una ciudad en pleno auge cultural. Ha sido, en definitiva, una declaración de amor por la música electrónica.
Nos vemos en 2026. Até já, Lisboa.