Yves Tumor, performance, ruido industrial y polémica en Nueva York
La noche prometía ser uno de los grandes eventos de la temporada: Swedish House Mafia en el Arthur Ashe Stadium de Nueva York. Miles de fans de la electrónica mainstream llenaban el recinto con la expectativa de una fiesta de luces, drops y himnos coreables. Lo que pocos esperaban era que la velada arrancara con un choque frontal entre dos mundos irreconciliables: el del EDM masivo y el del arte sonoro más experimental. El encargado de abrir la noche fue Yves Tumor, y su show terminó en una avalancha de abucheos.
Yves Tumor, nacido Sean Bowie, es un artista inclasificable. Productor y performer experimental, su carrera se ha movido en un terreno escurridizo entre géneros como el rock psicodélico, el noise, la electrónica, el soul, el R&B y el pop deformado. Con discos aclamados por la crítica como Safe in the Hands of Love (2018) o Heaven to a Tortured Mind (2020), ha conquistado la escena alternativa global con su propuesta radical y ambigua. En la cabina, Tumor no se ciñe a lo esperado: su lenguaje sonoro se acerca más a la performance artística que al entretenimiento fácil, siempre dispuesto a incomodar y a dinamitar etiquetas.
El público del Arthur Ashe Stadium pronto descubrió lo que eso significa en carne propia. Su set comenzó con sonidos extraños, abstractos, casi inaudibles para quienes esperaban beats de club. Al principio, los abucheos parecían una broma compartida entre los asistentes, risas nerviosas ante lo que parecía una sátira. Pero la risa se transformó en desconcierto cuando Tumor llevó la sesión hacia un ruido industrial puro: texturas ásperas, choques metálicos, como una compactadora de coches triturando acero mientras un ritmo enterrado trataba de emerger en segundo plano.
En un momento, agarró el micrófono y gritó frases que recordaban al “No te escucho” de Bob Esponja, arrancando tanto carcajadas como silbidos de incredulidad. La tensión escaló cuando, tras veinte minutos de caos sonoro, los abucheos ya eran ensordecedores. Fue entonces cuando Yves Tumor respondió con contundencia: gritó al público “a la mierda todos”, añadió que le estaban pagando y, sin más, subió el volumen al máximo antes de abandonar el escenario.
No es la primera vez que el artista genera controversia en directo. En 2021, durante el festival Bonnaroo, se enfrentó a fotógrafos y técnicos de video, gritándoles que él mismo podía tomar mejores imágenes y dándoles instrucciones en plena actuación. Para Tumor, el escenario no es un lugar para complacer, sino para desafiar. Y eso, en un contexto de música de masas, puede ser dinamita.
El episodio en Nueva York confirma lo que siempre ha rodeado a su figura: Yves Tumor es un provocador nato. Mientras Swedish House Mafia representa el espectáculo global del EDM, Tumor juega en otra liga, una donde el ruido, el desconcierto y la confrontación son herramientas creativas. Lo ocurrido en el Arthur Ashe Stadium no es un accidente, sino un reflejo de la naturaleza misma de su propuesta. Y aunque el público esa noche lo rechazó con abucheos, para muchos otros se trató de una declaración artística: una performance que no busca agradar, sino sacudir conciencias.