Dreambeach 2026: borrón y cuenta nueva para el gigante andaluz de la electrónica
Dreambeach, uno de los nombres históricos del circuito nacional, ha anunciado un cambio de rumbo radical de cara a 2026, el festival abandona Almería y se traslada a Málaga, inaugurando una nueva etapa bajo el nombre de Dreambeach Costa del Sol. Una decisión que no llega por casualidad, sino como respuesta directa a una creciente ola de críticas y a un descontento generalizado entre una comunidad que durante años fue su mayor fortaleza.
La pasada edición dejó más sombras que luces. Problemas de organización, deficiencias en servicios básicos y una sensación general de pérdida de identidad hicieron estallar el malestar entre miles de asistentes que han acompañado al festival durante varias ediciones. Dreambeach, que en su día fue sinónimo de experiencia, innovación y calidad artística, parecía haberse convertido en una víctima de su propio crecimiento. La promotora, consciente de que el desgaste podía desembocar en un fracaso irreversible, ha optado por tomar decisiones drásticas para intentar reflotar su autoridad y recuperar la confianza de los “dreamers”.
Así nace Dreambeach Costa del Sol. La marca se despide de Almería, la provincia que la vio crecer y consolidarse, y deja definitivamente atrás Villaricos, aquel enclave mítico donde el festival alcanzó su época dorada y se posicionó como uno de los referentes indiscutibles de la música electrónica en España. Para muchos seguidores, Villaricos no era solo una localización, era parte del alma del festival. Sin embargo, los cambios acumulados en los últimos años ya habían diluido ese espíritu, y el traslado parece ser la confirmación de que Dreambeach necesitaba empezar de cero.
El nuevo destino será Vélez-Málaga, en un recinto que ya ha demostrado ser funcional para este tipo de eventos. La elección no es menor, Málaga ofrece mejores infraestructuras, mayor capacidad hotelera y una proyección turística internacional que encaja con la ambición histórica de la marca. Además, el cambio de ciudad viene acompañado de otra decisión clave: la modificación del formato. Dreambeach pasará de cuatro días a solo dos jornadas, que se celebrarán los 31 de julio y 1 de agosto de 2026.
Este recorte temporal no es un paso atrás, sino una declaración de intenciones. Menos días significan menos costes, pero también una oportunidad para concentrar esfuerzos y mejorar la experiencia del usuario. En un contexto donde muchos festivales han apostado por crecer sin límites, Dreambeach parece haber entendido que el problema no era la falta de público, sino la incapacidad de gestionar esa magnitud sin sacrificar calidad. Reducir para reconstruir: esa es la apuesta.
Estamos, sin duda, ante la primera novedad de muchas. El propio discurso del festival apunta a un necesario “lavado de cara”, un intento de subsanar errores del pasado y sobrevivir en una escena cada vez más competitiva, donde el público es más exigente y menos indulgente. Hoy ya no basta con grandes nombres en el cartel; la experiencia global es tan importante como la música que suena en los escenarios.
Sin embargo, el verdadero examen aún está por llegar. Más allá del cambio de ubicación y fechas, Dreambeach deberá demostrar que ha aprendido la lección más importante, priorizar la calidad frente a la cantidad. Carteles coherentes, producción cuidada, respeto al asistente y una identidad clara serán los pilares sobre los que se juzgará esta nueva etapa.
Dreambeach 2026 no es solo un traslado geográfico; es un punto de inflexión. Un último cartucho para un festival que marcó a toda una generación y que ahora busca reconciliarse con su público. Málaga será el escenario del veredicto. La pregunta ya no es si Dreambeach puede volver, sino si sabrá hacerlo mejor.

